Diamela Eltit – ¿Tiempo de morir?

¿Tiempo de morir?

POR DIAMELA ELTIT

Un ciclo político parece a punto de cerrarse. Un tiempo que une
varias décadas de una historia que transcurrió mediante la
administración sistemática de la violencia del Estado hasta llegar a
consolidar la violencia del mercado.

Lo que pretendo afirmar aquí es que cada sistema genera una cultura,
que es en definitiva esa cultura la que posibilita procesos de
subjetivación y de representaciones sociales. La dictadura militar se
fundó culturalmente en un modelo autoritario, jerarquizado,
estrictamente cupular. Un modelo autoritario que ha persistido, en gran
medida a lo largo de la transición porque parte de la estructura misma
de la transición se funda en el viejo eje que escribió para sí la
dictadura: el binominalismo como condición crónica para el
fortalecimiento político de la derecha.

Y hay que agregar el ultra mercado (sin límites ni concesiones)
implantado en Chile como el feroz instrumento de dominación sobre una
ciudadanía obligada a la deuda como condición de vida. La relación
determinista entre vida y deuda ya se ha naturalizado. El poder del
ciudadano radica en el acto de comprar (la erótica del consumo) pero, a
la vez, su sumisión se cursa en la necesidad de endeudarse (el sistema
usurero que lo sobreexplota y reprime sus reclamos).

La Concertación, más allá de sus logros múltiples en materia de
libertades públicas e ingreso en los sistemas sociales básicos, no pudo
o, quizás, no quiso romper las relaciones híper contaminadas que ha
mantenido con la derecha. Se puede pensar que la Concertación nunca
consiguió, en lo medular, despegarse de su cuerpo siamés porque ese
cuerpo siamés (Alianza-Concertación) fue producido por la dictadura
misma como un tentáculo póstumo para garantizar, a largo plazo, una
arquitectura política que permitiera el curso más fluido para los
capitales.

La derecha se ha preparado para un nuevo ciclo. Es posible que
Piñera sea el que retome el poder presidencial por la vía democrática o
para ser rigurosa por la vía relativamente democrática (por el
binominalismo) después de más de cincuenta años. Si ese hecho llega a
suceder, habrá mucho tiempo para pensar la caída de la Concertación y
las versiones serán un festín para los analistas. Pero sin duda el
autoritarismo cupular concertacionista (una cúpula que no se repensó y
sólo esgrimió el espectáculo de sus pugnas y deseos primitivos) habrá
sido el mayor signo de su deterioro.

Un deterioro que podría ser considerado suicida, como no entender,
por ejemplo, que sencillamente Eduardo Frei (por sí mismo) no está en
condiciones políticas de llevar adelante una candidatura en los
escenarios del siglo XXI.

Pero, el problema –digamos- de fondo-fondo radica en el modelo
económico cómodo (especialmente para la derecha) pero frágil que
implementó la Concertación, sin audacia alguna, repartiendo
superficialmente sus excedentes, dejando a medio decir sus mensajes,
persiguiendo una delincuencia cada vez más cultural y masiva, sin
asumir de manera honesta (que sería el único mecanismo para reparar
este flagelo) que Chile cuenta con una de las distribuciones del
ingreso más desiguales del mundo y que se requiere de una intervención
de proporciones al modelo económico.

Quizás el movimiento más interesante sea ahora la disputa por los
votos y el comportamiento del electorado ante la inminencia de la
primera derrota concertacionista en 20 años. Jorge Arrate se concentró
en la izquierda como paradigma mientras Marco Enríquez apostó a la
ruptura entre las fronteras izquierda y derecha y le habló
transversalmente a una forma indeterminada de progresismo. Desde esa
estrategia, Marco Enríquez consiguió una votación muy notable y
constituye hoy el centro de la captura de votos, en parte porque la
filiación de esos votos no termina de clarificarse.

Quizás el punto más significativo o complejo para Enríquez lo
constituyó la migración automática de Paul Fontaine (asesor económico
de Enríquez) al comando de Piñera. Fontaine no sólo le endosó el
concepto de progresismo al propio Piñera, sino –y esto sí me parece a
mí bastante significativo y curioso- tomó el programa económico que
había elaborado para Marco Enríquez (y me imagino que con Marco
Enríquez) y se lo entregó tal cual a Piñera ante las cámaras de
televisión del país. Pero, más allá de este insólito caso puntual, los
votos parecen no definidos a pesar que la aplicación de una aritmética
básica señale que el repunte de Frei en las urnas sea una tarea cuando
no irremontable al menos casi imposible y, por ello, sólo las épicas
podrían conseguir cambiar el curso de los acontecimientos.

Para algunos de nosotros resulta difícil políticamente enfrentar
este “futuro” y este “cambio” con Piñera. Pero, desde otra perspectiva,
este horizonte para muchos de nosotros también nos resulta demasiado
conocido. Y lo es porque al lado de Piñera aguardan disciplinadamente
“Los Coroneles” UDI para recordarnos que los negocios son obra y gracia
de su Dios Opus. Y demostrarnos que poseen la capacidad de capturar los
imaginarios de los pobres de la tierra, que en el colmo de la
dominación que experimentan, proyectan erradamente en los “coroneles”
el conjunto de sus fragilizadas esperanzas.

…………

Fuente: The Clinic  http://www.theclinic.cl/2010/01/03/¿tiempo-de-morir/

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